Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Jenofonte en la Anábasis: primer coordinador y cronista de grupo operativo en la historia. L. Conde


JENOFONTE EN LA “ANÁBASIS”: PRIMER COORDINADOR  Y CRONISTA DE GRUPO OPERATIVO EN LA HISTORIA

Luis Conde Díaz 


“El psicoanalista debe aceptar lo que el paciente le propone.
Debe seguir el camino, la ruta por donde este se propone marchar.
Uno no tiene que ser un “reformador”, sino un “copensador”
 (Enrique Pichon-Rivière)


El objetivo de este trabajo, es mostrar ante todo la crónica grupal que, para mí, encierra este excelente texto clásico, “La expedición de los diez mil”, (Anábasis); escrito por Jenofonte y donde se relata la verdadera historia de un grupo de mercenarios griegos que a raíz del asesinato de sus generales en medio de los enemigos, se organizan como Grupo Operativo de Tarea para salvar sus vidas y regresar a su patria.

EL AUTOR

Jenofonte fue orador, filósofo, ensayista, historiador y general griego; un prototipo de erudito ateniense. Nació en Atenas el año 430 antes J. C. y murió en Corinto hacia el año 355. Tuvo por maestros a Filóstrates, Isócrates y Sócrates. En el año 401 partió con Ciro hacia el Asia con un contingente de quince mil griegos, y tras la derrota de Ciro en Cunaxa, los griegos supervivientes en numero de diez mil, regresaron a su patria tomándole por guía. Jenofonte, entonces sin grado militar, los condujo hábilmente, después de recorrer dos mil cuatrocientos kilómetros entre innumerables peligros y penalidades, hasta Bizancio. Expedición que él mismo relata en la “Expedición de los diez mil”, (Anábasis). La marcha entre la ida y la vuelta dura un año y tres meses.
Además de este texto, sus escritos más importantes son: como historiador “Las Helénicas”, sobre la guerra del Peloponeso; como filósofo “Acontecimientos importantes”, con sus recuerdos de Sócrates, y varios diálogos socráticos. Además de un grupo de tratados políticos y económicos, ensayos sobre equitación, caza y guerra de caballería.
También, “La Ciropedia”, sobre la educación de Ciro II el grande, y “La república de los lacedemonios”, sobre la organización política y la educación en Esparta. Donde aparece un Jenofonte, pensador político y psicólogo social, que opina sobre la educación de los niños y el carácter que imprime a las personas. Según esta sea, producirá ciudadanos que pongan por encima de su propio interés, el interés colectivo, o  ciudadanos que defiendan su interés particular por encima del interés del estado.
En la Grecia clásica hay dos maneras ideológicas de resolver la contradicción interés individual versus interés colectivo, priorizando uno u otro de los polos. La opción de priorizar lo colectivo está representada, por Esparta, de la que opina, Jenofonte, que su grandeza nace precisamente de su filosofía colectivista. Atenas, por contrario, se inclina por el eje individual, y de ella piensa Jenofonte, a pesar de ser él ateniense, que su debilidad, que no se corresponde con su poderío económico, es consecuencia de esta filosofía, que impide al grupo sumar armónicamente los esfuerzos de cada individuo para multiplicar los resultados. Este poner lo colectivo por encima de lo particular, será su gran preocupación a lo largo de todo el recorrido; velar por que prevalezca el interés general frente al particular, que divide y merma la fuerza y el poder del grupo. “Si nos dividimos no podremos defendernos y pereceremos”.
Jenofonte, es hijo del siglo de oro del pensamiento en la Grecia clásica, del siglo de Pericles, donde se produce el salto del pensamiento mágico al pensamiento lógico, del mito al logos. Sus modos y sus teorías son productos de este nuevo tipo de pensamiento que los griegos inventan, la racionalidad. Sus ideas sobre la conducción grupal son una puesta en práctica de las ideas de los filósofos, que intentaban llevar la racionalidad a los comportamientos pasionales de los hombres. De lo intersubjetivo pulsional a lo intersubjetivo racional. De la lógica del funcionamiento primario, a un yo con un funcionamiento lógico secundarizado, sometido al principio de contradicción y de causalidad y temporalidad racional.

EL RELATO DE LOS HECHOS

Jenofonte, como autor, es un historiador tradicional, que relata los aconteceres épicos del grupo, la tarea manifiesta, pero, además, es un cronista grupal a la manera de Pichon-Rivière, que describe con minuciosidad y finura los movimientos emocionales intragupales que se desarrollan, y la relación que se establece entre el grupo y la tarea. En su relato nos muestra lo que a mi juicio es la primera descripción en la historia de occidente, de una coordinación grupal moderna de un grupo de tarea, con un funcionamiento operativo.
El relato es la historia de un sujeto colectivo, los griegos, y de sus vicisitudes, que se podría dividir en tres grandes etapas. Una primera que sería la historia de los griegos como soldados de Ciro, hasta su muerte. Una segunda, desde la muerte de Ciro hasta salvarse del rey y llegar al mar, a territorios conocidos. Y una tercera hasta que se ponen a las ordenes de los espartanos.
Estos griegos, como hombres libres, pues no están obligados a servir a nadie si no es por su libre decisión, a las ordenes de distintos generales, se hacen mercenarios contratados por Ciro, hermano menor del rey persa Artajerjes II. Ciro, con engaños les conduce contra el rey, para disputarle el trono, la herencia paterna, rebelión que ha organizado con el encubrimiento y el apoyo de su madre. Y para hacerle la guerra, entra profundamente en el interior de Persia con un ejército de mas de cien mil bárbaros, y estos doce mil griegos. En la batalla que tiene lugar, muere en combate Ciro, aunque los griegos triunfan en su parte del combate.
La situación de los griegos queda de la siguiente manera. Han triunfado con poquísimas bajas frente al ejercito del rey, pero se quedan sin jefe, rodeados de enemigos, a muchos kilómetros de casa, y sometidos a la furia del rey contra el que lucharon.
En ese momento, espontáneamente "Clearco ejerció de jefe, no por elegido sino porque veían que él, como nadie, sabía disponer las cosas como un jefe". Clearco, cohesiona al ejército, ocupando como objeto el lugar del ideal del yo para los soldados, pues es el líder que tiene todas las virtudes. "Si alguno flojeaba le daba con el palo y él se ponía a trabajar en su lugar, y a los soldados al verle, les daba vergüenza no aplicarse del mismo modo". Asume el liderazgo de la nueva tarea, una vez muerto Ciro, la vuelta a casa, alrededor de la cual se constituyen como grupo. “Muerto Ciro, no disputamos al rey su autoridad, ni tenemos ningún motivo para hacer daño a sus dominios, ni queremos matarle. Solo pretendemos volver a nuestra patria si nadie nos lo estorba. Pero, si se nos hace daño, procuraremos defendernos con la ayuda de los dioses”. Pero, por las argucias de Tisafernes, general del rey, Clearco y los más importantes generales caen en una celada y son muertos.
Su situación vuelve a complicarse, pues están de nuevo sin jefes, es decir, sin líderes alrededor de los cuales establecer la red libidinal grupal, convertidos en un agregado de individuos, en un no-grupo, y rodeados de enemigos dispuestos a acabar con ellos; Es decir, deprimidos y sin ninguna esperanza de salvación. "Dominados por el desaliento, pocos probaron la comida o encendieron fuego, y no acudieron al servicio del campamento. No podían dormir por la congoja y la tristeza". Rota la red libidinal que los unía, el pánico esta a punto de adueñarse del ejército.
Pero, "había en el ejército un cierto Jenofonte, de Atenas, que no iba como general, ni como capitán, ni como soldado", sino para procurarse la amistad de Ciro. Es decir, que no tenía ninguna ligazón afectiva con ningún general. Hombre respetuoso con la ley de los dioses, pues a través de un sacrificio había consultado su voluntad antes de iniciar el viaje. También triste y desvelado, en un pequeño espacio en que pudo dormir tuvo un sueño: "le pareció oír truenos y que un rayo caía en la casa de su padre y la incendiaba toda. Al despertarse acudieron a su mente estas reflexiones. “Lo más probable es que al rayar el alba los enemigos nos ataquen. ¿Por qué dormimos?. ¿Por qué nadie piensa en defenderse, como si el ocio nos fuera permitido?”. Es en ese momento que Jenofonte haciendo una lectura de su sueño, y asumiéndose como  emergente grupal al identificarse con el grupo, se erige en portavoz de las necesidades grupales, y asume el rol de líder para la resolución de la pretarea, a la manera de un coordinador grupal. Papel que desempeñará a lo largo de todo el viaje de vuelta y que no abandonará nunca, a pesar de que por momentos el ejército le pida que pase a desempeñar el papel de jefe único. El liderazgo de tarea, la toma de decisiones sobre la guerra y la marcha, siempre la tomarán el conjunto de los generales, entre los cuales Jenofonte es solo una voz más
Llama a los capitanes y les plantea la necesidad de reorganizarse para sobrevivir. “Es necesario hacer todo lo posible para no quedar a merced del rey. Yo por mi parte estoy dispuesto a seguiros, y si disponéis que yo os conduzca no os defraudaré. Los capitanes después de haberle oído le invitaron a que les condujera".
Aparecen los primeros conflictos intragrupales, pues un capitán, Apolonides, que resultó ser Boecio y no griego, levanta la bandera de rendirse, funcionando como líder de resistencia al cambio y saboteador de la tarea, y es arrojado del grupo, en una afirmación de la pertenencia grupal, ahora son solo griegos, y todos sin excepción se proponen volver a casa luchando contra el rey, volver a Grecia sobre todas las cosas. Por otro lado Quirísofo como portavoz de los capitanes dice: “Yo, Jenofonte, te alabo por lo que dices y haces”.
Se llama a asamblea general y delante de todos se levanta  Jenofonte, "con sus mejores arreos de guerra, pues pensaba que si los dioses concedían la victoria, las galas sentaban bien al vencedor, y si había de morir, justo era que quien se sentía digno de llevarlas fuese con ellas al encuentro de la muerte", y plantea las razones que a su juicio hacen necesario constituirse como grupo, para poder sobrevivir individualmente, y poder llegar a hacer realidad la idea que los ha convocados: regresar a casa vivos. Para ello, es necesario llevar a cabo ciertas tareas, que tiene que ver con la organización interna del grupo. Como arreglar lo correspondiente al culto de los dioses, para ser un grupo no omnipotente, sometido a la ley, y, por tanto, con un proyecto realista. Organizarse para ser más pertinente en la ejecución de la tarea. “Hablar de cómo marcharíamos con la mayor seguridad y lucharíamos con la mayor eficacia. Y una vez que hayamos  probado este orden decidiremos lo que nos parezca más conveniente”. Fortalecer la cohesión grupal, reorganizando la red libidinal grupal. “Son necesarios jefes más celosos que los anteriores, y soldados mas disciplinados”. Legalizar la libertad de palabra ante todos de todos en las asambleas, pues son hombres libres, y que permitirá resolver y encauzar las emociones provocadas por los conflictos intragrupales mediante la reflexión por la palabra y no a través de la pasión actuada. “Si alguno ve algo mejor, que lo diga, pues se trata de la salvación de todos”. Como nadie hablase dijo: “El que esté conforme que levante la mano”. Se acordó lo propuesto. Ahora pues, dijo:  “Separémonos y pongamos en obra lo acordado. Y que todo aquel que desee ver a su familia, se acuerde de ser hombre valiente”, pertinente a la tarea. Todos levantan la mano en señal de aceptación de estas propuestas.
"Terminados estos discursos se levantaron y, separándose por el campamento, quemaron los carros y las tiendas; en cuanto a lo superfluo de los bagajes, cambiaron entre sí lo que cada uno necesitaba y el resto lo arrojaron al fuego". La gran ceremonia de la solidaridad, de la renuncia del interés propio por el interés común, se ha ejecutado, y el grupo queda constituido como tal. Para reforzar la cohesión grupal e impedir deserciones, "los generales deciden que lo mejor sería declarar que mientras siguiesen en país enemigo se haría la guerra sin admitir heraldos", es decir, sin parlamentar con el exterior.
El texto continúa relatando las luchas de los griegos contra las tropas del rey, y contra los distintos pueblos por donde van pasando. Desde este momento, y hasta llegar al mar, los griegos funcionan como un grupo cohesionado, solidario y funcional, dedicados a la tarea de hacer la guerra para sobrevivir como grupo y conseguir sus objetivos. Van adaptando su estructura formal y los recursos de los que disponen a las distintas circunstancias con las que se enfrentan. En el grupo hay una adaptación activa a la realidad, consecuencia del aprendizaje motivado por el análisis de las distintos subtareas que desarrollan, los distintos combates, en los que intervienen frente a las distintas circunstancias y los diferentes ejércitos con los que se enfrentan.
En el ejército de Ciro, los griegos eran la infantería pesada, y en los primeros combates descubren que necesitan caballería, arqueros y honderos, para impedir que los enemigos les hicieran daño desde lejos sin poder ellos responder. “Debemos, pues, dar gracias a los dioses porque no vinieron los enemigos con mucha fuerza, de suerte que no pudieron causarnos muchas perdidas y, en cambio nos han hecho ver lo que nos falta”. Una vez descubiertas las carencias hacen uso de la riqueza grupal para compensarlas, buscan a los rodios que hay en el ejército, "pues saben manejar la honda", y reconvierten los caballos que había llevando los bagajes, en una tropa de caballería. "Aquella misma noche se reunieron hasta doscientos honderos, y al día siguiente fueron elegidos hasta cincuenta caballos y jinetes y se les dieron coletos y corazas". Los roles de los integrantes no son fijos sino funcionales a la tarea.
Los  griegos continúan su marcha y de nuevo como consecuencia de la reflexión sobre la experiencia, reorganizan la estructura formal. "Entonces reconocieron los griegos que la formación en cuadro no es conveniente cuando los enemigos van siguiendo. Pues si las alas del cuadro se estrechan, ya por la angostura del camino, ya por exigirlo el paso de montañas o de puentes es inevitable que los hoplitas marchen con dificultad, apretados unos contra otros y desordenados, de suerte que es difícil servirse de ellos en tal desbarajuste. Viendo esto, los generales organizaron seis compañías de cien hombres cada una, nombrando para mandarlas a los correspondientes capitanes. Si era preciso pasar un paso o un puente no había desorden, y si por acaso había necesidad de formarse en falange, estas compañías siempre estaban dispuestas". Es un grupo que aprende de la experiencia.
Los generales deciden un camino que les lleva a internarse por las montañas, en territorio de los carduncos, y que les permitiría atravesar el río Tigris cerca de sus fuentes. Y de nuevo los generales plantean una reorganización, para adaptarse al nuevo tipo de territorio que han de atravesar. Deciden conservar de las acémilas, solo las realmente indispensables, y liberar a todos los prisioneros que iban como esclavos con el ejército. "Los generales se colocaron en un paso angosto, y si encontraban que un soldado llevaba algo de lo prohibido en el pregón se lo quitaban. Todos obedecieron salvo alguno que otro que consiguió pasar de oculto la bella mujer o el muchacho objeto de sus deseos". Combatiendo duramente consiguen atravesar las montañas. "De esta manera se iban prestando mutuamente socorro y velaban atentamente los unos por los otros". Son un grupo solidario, el interés de todos por encima del interés de cada uno.
Ya en la llanura, encuentran un río, con enemigos  que les acechan en la otra orilla, y a los carduncos en las montañas dispuestos para atacarles cuando pasaran el río. "Esto produjo gran desaliento entre los griegos. Durante todo el día y toda la noche los griegos estuvieron muy preocupados". De nuevo una amenaza para la cohesión grupal, el clima depresivo que puede romper los lazos libidinales, consecuencia de la imposibilidad de cumplimiento de la tarea que los mantiene unidos. Pero de nuevo Jenofonte, mejor dicho el inconsciente de Jenofonte, funcionando como emergente grupal, entra en acción para llevar esperanzas al proyecto. "Pero Jenofonte tuvo un sueño: le pareció que tenía trabas en los pies, pero que de repente éstas se rompían por sí mismas y quedaba en libertad de moverse como quería. Al llegar el día fue a ver a Quirísofo, otro general, le dijo sus esperanzas de que las cosas marchasen bien y le contó su sueño". Y efectivamente, en el almuerzo llegan dos jóvenes y le cuentan que de casualidad han descubierto una parte del río donde el paso era posible sin peligro por la poca profundidad. Los griegos consiguen pasar sin bajas, y penetran en Armenia. La esperanza en el cumplimiento de la tarea renace y el grupo sigue cohesionado y eficaz en el combate.
El nuevo territorio que han de atravesar presenta enormes dificultades, pues de nuevo son montañas, y esta vez cubiertas de nieve. Y de nuevo frente a las dificultades se apela a la riqueza que el grupo contiene por la diversidad de sus componentes. Se llama a reunión a los capitanes y generales, y todos dicen su opinión de lo que hay que hacer. Jenofonte plantea que si hay que engañar a los enemigos para apoderarse de una montaña, lo mejor sería un lacedomonio, un espartano, como Quisíforo, pues están educados para saber robar y engañar sin que los descubran. Y Quisíforo dice que los atenienses, como Jenofonte, tienen mucha habilidad para apoderarse de los caudales públicos sin que les sorprendan. Ha llegado, pues, para ambos el momento de mostrar sus saberes. Y para el grupo de aprovecharse de las habilidades individuales de sus integrantes. De nuevo los griegos triunfan y continúan su camino.
Atraviesan combatiendo los países de los taocos, de los cálibes, de los esquiternos, "hasta llegar al mar por Trapezunte, ciudad griega muy poblada a orillas del Ponto Euxino, donde los recibieron y les dieron presentes de hospitalidad vacas, harina de cebada y vino".  Después de esto ofrecieron sacrificios a Zeus por haberlos salvados, a Heracles por haberlos guiados, y a los demás dioses, como habían prometido hacer cuando llegasen a tierra amiga. También organizaron un concurso gimnástico.
Hasta aquí, hasta salir de las tierras del rey y llegar al mar, los griegos han formado un grupo unido y sin fisuras, pues estaban en territorio hostil, y cualquier división significaba la desaparición del grupo, y, por tanto, la muerte para sus integrantes. La situación de fraternidad terror sartreana. A partir de aquí, en el camino que les queda hasta llegar a Bizancio, y ponerse el ejército a las ordenes de los espartanos, los conflictos y las divisiones grupales aparecen repetidamente.
"Después de esto se pusieron a deliberar sobre el camino que les quedaba". Pues había dos opciones para llevarlo a cabo, o por tierra, o por mar. Surgen los conflictos de intereses, por la búsqueda particular de botín, y las primeras traiciones y deserciones. Jenofonte, una vez más, encarnando el interés grupal, exhorta sobre los peligros de las acciones particulares encaminadas al beneficio individual sin tener en cuenta el colectivo. “Me parece, pues, mejor que el que piense salir en busca de botín que lo diga, para que estemos preparado para lo que pueda ocurrir, y si hubiese que marchar en auxilio de alguno sabremos donde es preciso acudir”.
 Intentan conseguir naves, y para eso envían a Quisíforo a buscarlas, y con un navío que obtienen de lo trapezuntios, intentan capturar las embarcaciones que pasan cerca de la costa, pero, Dixipo, que lo mandaba, traicionando el mandato del grupo, se escapa sin preocuparse de los demás.
Pasado un tiempo, y como ni Quisíforo volvía, ni tenían naves suficientes para todos, embarcan a los enfermos, a los mayores, y a la impedimenta que no era necesario conservar, en las que tenían, poniéndose los demás en marcha por tierra. "Hacen una revista en armas y un recuento, resultando ocho mil seiscientos hombres. Estos eran los salvados entre los diez mil aproximadamente del principio. Los demás habían perecido, unos en lucha con el enemigo, otros a causa de la nieve y algunos por enfermedad. Entonces repartieron también el dinero que habían obtenido de la venta de los prisioneros, separando el diezmo para Apolo y para la Diana de Éfeso".
Continúan su camino, ya combatiendo con quienes se les oponen, ya haciendo treguas con quienes les permiten el paso. Llegados a tierras de los sinopenses, estos les proponen marchar por mar, y de nuevo Jenofonte habla en la asamblea. “Pero ha de ser de este modo: si vienen las naves suficientes para que no se quede en tierra ni un solo hombre, nos embarcaremos; pero, si unos han de marcharse y otros permanecer aquí, no subiremos a bordo. Bien sabemos que mientras seamos fuertes”, mientras el grupo permanezca unido, “podremos salvarnos y tener lo necesario; pero no bien nuestros enemigos nos vean débiles estaremos en la situación de los esclavos”.
Pero, ya a salvos del gran rey, y cumplida, por tanto, parte de la tarea que los mantenía unidos, alrededor del único interés común, es necesaria una nueva definición de la tarea.
La situación grupal se complica, por los distintos proyectos posibles; fundar una ciudad y establecerse, elegir un patrón para ponerse a sus órdenes como ejército, disolver el grupo dejando irse al que quisiera. Por la aparición de disputas por el mando, con acusaciones a Jenofonte de traición al grupo por otros generales. Por la aparición de los intereses particulares que predominan por encima del interés general, ya que se efectúan ataques particulares a aldeas amigas para obtener botín, sin el consentimiento de todo el ejercito. Y por los  tumultos y la violencia que se generan al tomarse algunos la justicia por su mano. "De tal manera que surgieron reuniones y corrillos entre los soldados. Cuando lo advirtió Jenofonte, le pareció necesario convocar cuanto antes una reunión pública, sin dejar que los soldados se reuniesen espontáneamente, y ordenó al heraldo que la convocase". Y en ella plantea que un mal que se esta adueñando del ejército, la violencia espontánea, la indisciplina y los egoísmos, y que si no se controlan todas estas cosas, el ejército entero estaba en peligro. "Entonces se levantaron todos diciendo que debían ser castigados los que habían iniciado tales sucesos. También se decidió que los generales se sometiesen a juicio por sus actos durante todo el tiempo pasado".
Jenofonte es acusado de injusto, de utilizar la violencia de manera pasional y no justificadamente. Ante la asamblea de todos, se defiende y expone las razones por las que pegó al soldado que le acusaba; “Yo, soldados confieso que he pegado a alguno para castigar su indisciplina. De haber hecho todos lo mismo, todos hubiéramos perecido. Mis razones son sencillas. Si he castigado a alguno por su bien debo sufrir la pena que deben los padres a sus hijos o los maestros a sus discípulos. También los médicos cortan y queman por bien del enfermo”. Reprocha a los soldados que solo recuerden estas cosas, y no cuando él ayudó, socorrió, u honró a los que se portaban bien. “Y es, sin embargo, bello y justo, es piadoso y más agradable acordarse del bien antes que del mal. A estas palabras se levantaron todos recordando las cosas pasadas. Y el asunto se arregló de buenas maneras".
El ejército se plantea la elección de un solo jefe, "pues este podría dirigir el ejército, lo mismo de día que de noche, mejor que habiendo muchos jefes. Con este pensamiento pusieron los ojos en Jenofonte". Hasta este momento, los generales solo habían hecho lo acordado por mayoría de los votos. "Los capitanes fueron a verles y con señales de afecto le animaban para que aceptase, pero él, aunque, deseaba ser jefe absoluto del ejército, cuando pensaba que el porvenir es incierto para todos los hombres, y que corría el peligro de perder en este cargo la gloria adquirida, dudaba". Sin duda teme la ambivalencia que genera el liderazgo. Ante estas dudas consulta a los dioses con un sacrificio, que le muestra claramente que no debía aceptar el mando que le ofrecen, y renuncia. De nuevo somete su voluntad a la ley de los dioses, a un tercero. Y el ejército elige a Quisíforo que ya había regresado, y bajo su conducción continúan la marcha.
Llegados a Heraclea, de nuevo, aparecen conflictos de poder dentro del ejército, y este queda dividido en tres. Jenofonte piensa abandonar al ejército y marcharse solo por su lado, pero en un nuevo sacrificio a Hércules Conductor, el dios le dice que debe permanecer con sus soldados. Así pues, el ejército queda dividido en tres partes; una formada por los acadios y los aqueos, otra a las órdenes de Quisíforo, y la tercera a las de Jenofonte, y cada uno por su lado organiza expediciones para buscar botín. Pero el ejército, así dividido, ya no es tan fuerte ni con tanta riqueza de recursos como unido. Los acadios y los aqueos, que ahora son un ejército de solo de hoplitas, infantería pesada, ya que carecen de tropas de caballería y de peltastas, infantería ligera, como en los primeros enfrentamientos con las tropas del rey, y por las mismas razones, sufren grandes bajas a manos de los tracios que era el pueblo de ese lugar. Como consecuencia, de nuevo se reúne el ejército y "se tomó el acuerdo de que si alguno en lo sucesivo se le ocurriese dividir el ejército fuese condenado a muerte, y que el ejército saldría de allí en el mismo orden de antes, y volverían a mandar los mismos jefes. Quisíforo que había muerto como consecuencia de un remedio, fue reemplazado por Neón de Asina".
El ejército nuevamente reunido combate con éxito contra los enemigos, y "cuando el ejército estaba en el campamento se permitía a los soldados salir en busca de botín, y cada uno se apoderaba de lo que podía. Pero cuando salía el ejército entero, lo que cada uno cogía, parte se consideraba propiedad común". Y así de nuevo quedan regulados el interjuego de los dos intereses, el individual y el colectivo, sin poner en peligro la unidad y la existencia grupal.
Desde esta posición de fortaleza, el ejército entra en tratos con distintos sátrapas y estados para ponerse a sus órdenes. Una vez más, los soldados ofrecen a Jenofonte que pase a ser jefe único, con el proyecto de conquistar tierras y fundar una nueva ciudad, y de nuevo Jenofonte renuncia a ello, devolviendo el liderazgo de tarea al grupo. Funcionando como coordinador grupal, les exhorta a que se pongan a las órdenes de los lacedemonios, los espartanos, pues eran los que tenían el poder sobre todas las ciudades griegas, como el único proyecto realista posible y no omnipotente. "¿Quién hay tan insensato que crea que nosotros podemos salir vencedores?”, de una guerra con los lacedemonios. “¡Por los dioses!, no perdamos el juicio y vayamos a perdernos miserablemente haciendo la guerra a nuestras patrias y a nuestros amigos y parientes”. Y también, a que no se dejen llevar por la cólera, pues en principio se habían sentido engañados por estos, y pretendían tomarse la justicia por su mano. Los soldados aceptan sus análisis y dejan marchar a los enviados lacedemonios.
Aparecen varios generales intentando hacerse con el ejército, y al final los griegos, deciden ponerse a las órdenes de Sautes, para ayudarle a reconquistar el reino de su padre, que le había sido arrebatado. En todos estos tratos Jenofonte ejerce como portavoz de los intereses colectivos del ejército.
A las órdenes de Sautes, de nuevo vencen los griegos, y este reconquista su reino, pero son traicionados por él, ya que se niega a pagarles la soldada prometida, y ofrece bajo cuerda dinero a Jenofonte, que él se niega a aceptar si no se ha pagado antes a todo el ejército. Una vez más Jenofonte identifica sus intereses particulares con los colectivos, los del ejército. “Yo pienso, Sautes, que no hay para un hombre, y sobre todo, para un jefe, bien más hermoso y brillante que la virtud, la justicia y la generosidad. Quien tiene esto es rico y tendrá también muchos amigos, porque otros le querrán”. Sautes al final cumple y paga lo prometido a los soldados.
 El ejército, decide ponerse a las órdenes de los lacedemonios, los espartanos, que habían vuelto de nuevo a pedírselos, pues habían empezado una guerra con Tisafernes y el rey persa. "Y Jenofonte no tuvo motivos de quejarse del dios, pues los lacedemonios, los capitanes, los demás generales y los soldados, convinieron en darle una parte escogida del botín: caballos, yuntas y lo demás; de suerte que quedaba en situación hasta de favorecer a otros".
"Y en esto presentose Tibrón, el lacedemonio, y tomó el mando del ejército. Y mezclándolo a las demás tropas griegas hizo guerra contra Tisafernes".
Y así termina el regreso de los griegos a su patria, es decir, a estar el ejército a las ordenes de compatriotas.

JENOFONTE ACTOR EN LA HISTORIA

Jenofonte, como actor dentro de la historia grupal, ejecuta e implementa una teoría de la conducción-coordinación grupal racional y operativa. Hasta el final, ejerce un liderazgo emocional, basado en el uso de la palabra-razón frente a la palabra-emoción-acción, que permite el surgimiento de un novedoso funcionamiento grupal, racional y democrático, en contraposición al resto de los líderes grupales que aparecen en el texto, que lideran el grupo a la manera del padre de la horda primitiva, cuyo poder reside en el temor que impone. En la horda, el único psiquismo que existe es el del padre, la valentía del padre es la valentía del grupo, y la ley grupal es el deseo del padre. Jenofonte es un coordinador grupal cuyo principal interés está puesto en la cohesión entre los integrantes, que habla y razona: “conviene hablar del modo cómo marcharíamos con la mayor seguridad posible, y, si es preciso luchar, como lucharíamos con la mayor eficacia”. Su poder está en su capacidad de convencer con buenas razones, y en permanecer él, y su deseo sometido a la ley de los dioses, muy lejos, pues, de los funcionamientos grupales y estilos de liderazgo que describe, en los albores del mundo griego, Homero. Estos griegos que combaten por volver a casa, son de un muy distinto funcionar grupal de esos otros que atacaban Troya, y el estilo de conducción grupal de Jenofonte nada tiene que ver con el de Menelao, ni con el de los otros generales que aparecen en el relato.
En las asambleas de generales, está depositado el liderazgo de tarea manifiesta, se discuten las distintas teorías de cómo hacer la guerra, y en ellas Jenofonte habla como uno más. Y en las asambleas de todos, Jenofonte funciona como un coordinador, que analiza e interviene en el estado emocional del grupo. Su preocupación es la justicia, que permite la aparición de las ligazones libidinales ínter individuos, y el control y encauzamiento de los violentos contagios emocionales, consecuencia de los conflictos intragrupales, que podrían provocar la fragmentación del grupo con el consiguiente peligro de disolución.
Con una especie de mayéutica frente al grupo, como uno más de los que tenían derecho a la palabra, a defender sus propias teorías, expone en largos y detallados parlamentos, sus ideas y razones sobre las cosas. “Yo pienso, que lo mejor para todos nosotros es...”. Al final, el grupo decide que sus análisis de lo que pasa, son los más sensatos para sobrevivir e intentar llegar a casa, las mejores soluciones para las necesidades del colectivo. Las suyas, al final, son para todos, las mejores razones de entre todas las expuestas.
Jenofonte en ningún momento pretende dirigir la guerra, ni situarse como general en jefe, aunque en un par de ocasiones se lo ofrece el ejército. La dirección concreta de la guerra siempre está delegada en los generales en su conjunto, y esto es la novedad, pues es lo contrario de lo que, a lo largo del libro, hacen todos los caudillos que aparecen, que se instauran como padres tiránicos o justos. Es pues, Jenofonte, un coordinador  que devuelve el liderato de tarea al grupo.

JENOFONTE PSICÓLOGO GRUPAL

Intercalados en el relato, aparecen unos brillantes y clínicos análisis sobre Ciro y los principales generales que fueron asesinados, sus cualidades psicológicas de líderes, su carácter, los vínculos que establecen con su gente, y los climas grupales que generan, tanto en relación con la eficacia de la guerra, la tarea manifiesta, como con el bienestar afectivo individual que se crean en los grupos bajo su liderazgo, la tarea latente.
En el análisis que hace de Ciro como jefe, lo presenta como un padre severo pero justo. Cumple con la palabra dada, sujetando su voluntad omnímoda a los acuerdos hechos, y a su palabra dada, no tiene una voluntad voluble. Y es justo, al tratar a su gente según sus merecimientos, generosamente a quien le beneficia, pues le devuelve beneficios multiplicados, ya que tiene la virtud de la largueza, y vengativamente a quien le ofende, esforzando en ello todo su poder. “Por que así era el carácter de Ciro”. Carácter que le viene de una "educación donde aprendió mucha cordura, y a conocer a los que son honrados por el rey, y a los que incurren en su desgracia, de suerte, que de niño aprendió a mandar y a obedecer. Jinete consumado y en todas artes de la guerra". Valiente cazador y generoso. En dos palabras posee todas las virtudes necesarias al jefe en grado ideal, encarnando el ideal del yo, que se confunde con el objeto para sus hombres. Por medio de la justicia, ya que quiere a todos los hijos buenos por igual, y persigue a los malos, también, por igual, genera las condiciones que permite la identificación entre los integrantes, producto de ello será la creación de una ligazón grupal suficiente, para que la cohesión grupal no haya que sostenerla por la fuerza. “Por eso, de cuantos han llegado a mis oídos, pienso que nadie ha sido objeto de una pasión tal ni entre los griegos ni entre los bárbaros”.
Describiendo a Clearco, que fue el primer general después de la muerte de Ciro, dice de él, que “era considerado por todos los que le trataron, como hombre de las más extremadas condiciones militares, y de una desmedida afición a la guerra. Gustaba de gastar en guerras como si fuese en amoríos o en otro placer cualquiera, tan viva afición les tenía. También se reconocían sus cualidades para el mando, sabía disponer las cosas acertadamente. Imponía autoridad, por su carácter duro, su aspecto, que infundía miedo, y su voz áspera. Pero esta dureza hacía que los soldados se sintieran en su presencia como niños pequeños frente al maestro. Por eso nunca le siguió nadie por amistad o simpatía”. Después de los momentos de peligro, los soldados le abandonaban. Encarna el ideal del yo, pero trata a sus hombres como objetos narcisista, produciendo injusticias entre los hijos, y por lo tanto impidiendo la identificación entre ellos, y los consiguientes sentimientos de solidaridad y cooperación que ésta genera. Los hijos son rivales, no solidarios. La ligazón de la masa la consigue solo como el padre primitivo, por la violencia. La igualdad entre sus miembros, está en que todos son perseguidos por igual. “Se le había oído decir que el soldado debía temer más al jefe que a los enemigos”.
De Próxeno de Beocia, dice, que “sintió desde muchacho el deseo de hacerse apto para llevar a cabo grandes empresas”. Para ello se prepara. “Cuando creyó que se hallaba en condiciones de mandar y de corresponder dignamente a los beneficios que le hicieran los poderosos, se puso al servicio de Ciro para esta empresa; pensaba que en ella podía adquirir gran nombre y muchas riquezas. Pero creía que era preciso alcanzarlas por medios justos y honorables. Sabía muy bien mandar a la gente que de suyo era honrada, pero no era capaz de inspirar a los soldados ni reverencia ni miedo, y hasta sentía él más respeto ante los soldados que estos ante él. Creía que para ser un buen jefe y parecerlo bastaba con elogiar al que se conducía bien y no elogiar al que había hecho algo malo. Por eso, los que eran buenos le tenían afecto; pero los malos maquinaban contra él, teniéndole por fácil de engañar”. Parece un jefe que no había podido identificarse con el ideal del yo, sino que permanecía identificado con los iguales. La cohesión grupal resulta de su posición de líder afectivo, de colocarse como objeto de amor de los integrantes, y de colocar a los integrantes como objetos de su amor. Situación que permite la rivalidad con el líder, al no estar colocado como ideal del yo para los integrantes.
De Menón de Tesalia, dice “que dejaba ver claramente sus vivos deseos de riqueza, y si deseaba mandar era para obtenerlas mas fácilmente. Buscaba la amistad de los más poderosos con el fin de que sus atropellos quedaran impunes. Para realizar sus deseos una conducta sencilla y recta le parecía pura necedad. Era evidente que no tenía afecto a nadie, y aún contra aquel de quien se decía amigo tramaba abiertamente sus enredos. Pensaba que las riquezas de los amigos son más fáciles de coger por estar ellos desprevenidos. De los piadosos y sinceros pretendía servirse como si no fuesen hombres. Se vanagloriaba de saber engañar, de inventar embustes y de burlarse de sus amigos. Se procuraba la obediencia de los soldados haciéndose cómplice de sus atropellos”. Y por último habla de “cosas que las sabe todo el mundo”. Se refiere, a cómo “desde sus años juveniles estuvo en la mayor intimidad con hombres poderosos y mayores” a cambio de importantes beneficios. “Cuando todavía era un guapo muchacho, obtuvo de Aristipo que lo hiciera general de las tropas extranjeras”. Es decir, un jefe déspota y psicópata, que trata a su gente como no personas, como no objetos, como simples objetos narcisistas para su satisfacción. Un grupo donde la justicia y por lo tanto la cooperación y la solidaridad no existen, porque no hay posibilidad de identificaciones entre los miembros, y no es posible, por tanto, la ligazón libidinal. El narcisismo del líder es tan elevado que imposibilita la mínima relación objetal con los integrantes. La rivalidad es lo que prima y la cohesión grupal solo se mantiene por el uso de la violencia.


BIBLIOGRAFÍA

.- Conversaciones con Enrique Pichon-Rivière. Sobre el arte y la locura. Vicente Zito Lema. Ediciones cinco. Buenos Aires. Primera edición 1976.
.- El proceso grupal. Enrique Pichon-Rivière. Ediciones Nueva Visión. (Buenos aires). Primera edición 1971.
.- Experiencias en grupo. W. R. Bion. Paidós. Barcelona. Primera edición artículos publicados entre el 1943 y 1952
.- La expedición de los diez mil. (Anábasis). Jenofonte. Colección austral. Espasa-Calpe. Relata hechos ocurridos en el 401 antes de J. C.
.- La Ilíada. Homero. Relata hechos de mucho antes del 401 antes de J. C.
.- La odisea. Homero. Relata hechos de mucho antes del 401 antes de J. C.
.- "La tarea". Luis J. Conde Díaz. Clínica y Análisis Grupal, nº 17 – julio/agosto 1979. (Madrid)
.- Psicología de las masas y análisis del yo. S. Freud. Amorrortu editores. (Buenos Aires). 1979. Primera edición 1921.
.- Sartre y la Psicoterapia de los Grupos. David Rosenfeld. Paidós. (Buenos Aires) 1971.

 

RESUMEN

El objetivo de este trabajo, es mostrar un texto clásico, “La expedición de los diez mil”, (Anábasis), de Jenofonte, donde, según el autor, se describe la historia de un grupo de griegos que a la muerte de sus generales se organizan como grupo operativo de tarea, bajo la coordinación de Jenofonte, que como autor, por un lado, es un historiador tradicional que relata los aconteceres épicos del grupo, la tarea manifiesta, y por otro es un cronista grupal a la manera de Pichon-Rivière que describe con minuciosidad y finura los movimientos emocionales intragupales que se desarrollan y la relación que se establece entre el coordinador y el grupo, la tarea latente. En su relato nos muestra lo que a juicio del autor es la primera descripción en la historia de occidente, de una coordinación grupal moderna de un grupo de tarea con un funcionamiento operativo.


PALABRAS CLAVE

Grupo; Grupo Operativo; Tarea; Coordinación Grupal; Liderazgo


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Jenofonte-LConde

 

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